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Archive for 29 de marzo de 2013

La liturgia de la Palabra que estamos celebrando en este Viernes Santo nos muestra claramente como los criterios humanos y los divinos en muchas ocasiones son absolutamente contrapuestos. Y es que la Cruz que hoy adoramos, escándalo para los judíos locura para los gentiles – en palabras del apóstol Pablo – se convierte en la Sabiduría de Dios, signo de contradicción para todos los que la contemplan.

Esta es la noche de los fracasos y de los triunfos – eso sí aparentes – como el mismo profeta Isaías nos muestra en la primera lectura al presentarnos al Siervo de Yavhé, desfigurado, despreciado por los hombres, desfigurado por el sufrimiento y, sin embargo, merecedor del favor de Dios. El siervo que con su sacrificio tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores. Y es que las palabras de Isaías prefiguran la misión del Mesías, del Cristo, del Ungido de Dios y sobre todo, nos iluminan sobre el sentido de la Cruz.

Esta noche parece que muchos han triunfado y otros han fracasado. Han triunfado los poderosos, los que anteponen el poder, sea del tipo que sea – político, social, religioso – al servicio; es el caso de los sumos sacerdotes, como representantes del poder establecido en el Templo; de Pilato, el poder dominador; ha triunfado el Mal, representado en Judas poseído por el diablo, como escuchábamos ayer en el relato de la Ultima Cena; ha triunfado el miedo, Pedro negando al Señor, los discípulos huyendo, Pilato no queriendo enfrentarse a los Sumos Sacerdotes por miedo a perder el favor del César… Noche de triunfos, pero también de fracasos: ha fracasado el hombre, la justicia, el amor, la misericordia… todo lo que Jesucristo representaba y había anunciado en su predicación, parece abocado al fracaso más absoluto: allí, colgado de una cruz pende aquel que sólo había enseñado el bien y la fuerza que el amor de Dios tiene para los hombres; colgado en la cruz grita: Dios mío por qué me han abandonado… parece que el mismo Dios ha fracasado esta noche.

Y sin embargo, al fracaso se volverá triunfo y la Cruz se convertirá en el árbol de la vida; la sangre, derramada junto con el agua, nos remite a la Eucaristía y al Bautismo, el agua de la vida nueva en Cristo; el Espíritu que Cristo entrega en el momento de la muerte, nos evoca Pentecostés. Por eso que ante el aparente fracaso de la vida de Jesús, Juan nos desvela a lo largo de toda la lectura de la Pasión al Cristo resucitado, al Cristo de la Pascua, nos abre una vía a la esperanza de que el fracaso se volverá gloria tal y como lo había anunciado el mismo Jesús en su diálogo con Nicodemo: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna”. Es la esperanza para todos los crucificados del mundo, los de ayer y los de hoy; la esperanza de que al pie de la cruz siempre estará Ella, la Madre y las mujeres dispuestas a compartir el sufrimiento y el dolor del Hijo, de sus hijos crucificados. Es la esperanza en que la muerte no tiene la última palabra, en que el Mal, aunque lo parezca nunca podrá triunfar, en que si el hombre vuelve su mirada al Crucificado será capaz de sentir el perdón y la misericordia de Dios en el abrazo inmenso de los brazos abiertos de Cristo.

La Pasión de Cristo es también la pasión del hombre de hoy, por ello es necesario que los cristianos, los que miramos y adoramos la cruz de Cristo, nos convirtamos nuevamente al amor, a la misericordia; nos abracemos a la cruz y acudamos al pie de la misma para consolar y desenclavar como José de Arimatea a tantos y tantos crucificados. Nuestro corazón no puede ser insensible al sufrimiento, ni mucho menos huir, debe ser el corazón del hijo que ha recibido al pie de la cruz, a la Madre y el Espíritu del Señor. Por eso, en esta tarde pasión, como nos invita el autor de la carta a la Hebreos, “acerquémonos con seguridad al trono de la gracia – la misma cruz – para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”, porque el hijo, con su sacrificio en la cruz, se ha convertido para todos en autor de salvación eterna.

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