Estamos en Año Santo Compostelano, una circunstancia que no se repetirá hasta el 2021 y, aunque de alguna manera el Camino de SAntiago se ha convertido en algo turístico-cultural -en parte por los políticos y los intereses económicos de la zona, en parte por los mismos cristianos que posiblemente no hayamos sabido mostrar toda la espiritualidad que conlleva el peregrinar – es importante que tomemos conciencia del significado del termino «peregrinar».
El Concilio Vaticano II definió a la Iglesia como el Pueblo de Dios que peregrina en la historia. Es decir aquellos que, habiendo sido elegidos por Dios desde el vientre mismo de su madre, tienen como meta la construciión del Reino de Dios que nos lleve a la Jerusalén Celeste.
Peregrinar es pues, caminar, caminar con una meta muy concreta: la conversión; es decir el volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios. Caminar a Santiago no es una mera tradición, es hacer un camino de conversión, de búsqueda de Dios, con una meta: Santiago, el sepulcro de uno de aquellos primeros seguidores de Jesucristo; y abrazar al Santo, significa querer hacer de la vida propia un camino de santidad según el modelo de los Apóstoles.
Si Dios quiere, el próximo domingo empezaré nuevamente el Camino de Santiago partiendo desde Oviedo. Si encuentro la posibilidad narraré en este cuaderno de peregrinar mi experiencia, no como caminante, sino como peregrino y mientras tanto, ¡Buen Camino a todos!
P.D. Si no pudiese a lo largo del Camino, a mi regreso actualizaré el cuaderno con toda la experiencia.
Cristo espera... 